Llegará el día en que resucitemos en nuestro cuerpo glorioso; así como la resurrección de Cristo, gozaremos de novedosas propiedades físicas y espirituales.
Sé que a algunos les tomará por sorpresa saber de la eternidad de nuestra condición carnal cuando resucitemos. Hay que recordar y asimilar lo que afirmamos en el credo cuando decimos «creo en la resurrección de la carne».
«Si el Espíritu de Aquel que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en vosotros, Aquel que resucitó a Jesús de entre los muertos dará también la vida a vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que habita en vosotros » Romanos 8, 11
« El término «carne» designa al hombre en su condición de debilidad y de mortalidad (Génesis 6, 3; Salmo 56, 5; Isaías 40, 6). La «resurrección de la carne» significa que, después de la muerte, no habrá solamente vida del alma inmortal, sino que también nuestros «cuerpos mortales» (Romanos 8, 11) volverán a tener vida. » Catecismo Iglesia Católica §990
Eternidad de la carne
A diferencia de la resurrección de San Lázaro (Juan 11) u otros casos similares (Marcos 5, 21-42; Lucas 7, 11-17) que resucitaron para volver a morir, nosotros recibiremos de Dios en el día del juicio final, nuestros cuerpos definitivos con vida incorruptible:
« Lo mismo pasa con la resurrección de los muertos: se siembran cuerpos corruptibles y resucitarán incorruptibles» 1 Corintios 15, 42
« Lo que es corruptible debe revestirse de la incorruptibilidad y lo que es mortal debe revestirse de la inmortalidad.» 1 Corintios 15, 53
«El Rey del mundo, a nosotros que morimos por sus leyes, nos resucitará a una vida eterna» 2 Macabeos 7, 9
« El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna, y yo le resucitaré el último día.» Juan 6,54
«Muchos de los que duermen en el polvo de la tierra se despertarán, unos para la vida eterna, otros para el oprobio, para el horror eterno» Daniel 12,2
Cuerpo glorioso
No hay razón alguna para considerar nuestra condición física como algo negativo per se, Dios mismo se hizo carne y puso su morada entre nosotros (Juan 1,14; Apocalipsis 21,3). El dolor y la enfermedad propias de nuestros cuerpos actuales son consecuencias del pecado original (Romanos 5,12).
Nuestro cuerpo glorioso será como nuestro cuerpo actual pero «transfigurado en cuerpo de gloria» (Filipenses 3, 21), en «cuerpo espiritual» (1 Corintios 15, 44). No tendremos dolor ni enfermedad, será incorruptible y gozaremos de propiedades similares a la resurrección de Nuestro Señor Jesucristo quien fue el primero en gozar de un cuerpo glorioso (1 Corintios 15,20). Dichas propiedades serán físicas como cuando Jesús comió con los apóstoles (Lucas 24,43) o permitió que santo Tomás apóstol tocará su costado (Juan 20:27; Lucas 24, 39) así como espirituales como la capacidad de trasladarse a pesar de obstáculos físicos; como la roca que sellaba el sepulcro (Mateo 28), puertas cerradas (Juan 20,19) o lugares alejados (Lucas 24,12-15).
Si bien es cierto que al morir nuestra alma se separa de nuestro cuerpo corruptible, es solo una circunstancia temporal (así estemos en el cielo o en el infierno después de nuestro juicio particular). En el último día (Juan 6,39) los que «hayan hecho el bien resucitarán para la vida, y los que hayan hecho el mal, para la condenación» (Juan 5,28 -29) en ambos casos lidiaran eternamente con su cuerpo resucitado.
«Y no temáis a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma; temed más bien a Aquel que puede llevar a la perdición alma y cuerpo en la gehenna. » Mateo 10,28
Verdad fundamental
La resurrección de los muertos es una verdad tan fundamental, que si no creemos en ella, vana es nuestra fe (1 Corintios 15,13-14).
Mientras los fariseos (Hechos 23, 6) y muchos contemporáneos del Señor creían y esperaban la resurrección (Juan 11, 24), los saduceos la negaban y la reacción de Jesús no se hizo esperar, y les dijo: «Vosotros no conocéis ni las Escrituras ni el poder de Dios, vosotros estáis en el error […] (Dios) no es un Dios de muertos sino de vivos » (Marcos 12, 24-27)
« Desde el principio, la fe cristiana en la resurrección ha encontrado incomprensiones y oposiciones (cf. Hechos 17, 32; 1 Corintios 15, 12-13). «En ningún punto la fe cristiana encuentra más contradicción que en la resurrección de la carne» (San Agustín, Enarratio in Psalmum 88, 2, 5) » Catecismo Iglesia Católica §996
La resistencia a creer en la resurrección de la carne no es nueva, pero tenemos que hacer lo posible por dar a conocer esta verdad fundamental. Ser testigo de Cristo es ser «testigo de su Resurrección» (Hechos 1, 22; Hechos 4, 33)
Esperemos que al recitar el Credo lo hagamos por convicción y que al vivir la Pascua ya sea en Semana Santa o en cada domingo a modo de pequeña pascua, tengamos clara la idea de nuestra resurrección, pues de ella depende nuestra fe.
¿Qué esperas para regresar con tu creador?
El Buen Pastor te espera.
Para más información no dude en consultar el Catecismo de la Iglesia Católica
ACTUALIZACIÓN
Conversando del tema en un grupo donde participo en Facebook llamado Defensa Católica-Foro, me enonctre con una serie de argumentos que les comparto porque están geniales.
Las almas de todos los bienaventurados poseen algunos dotes especiales: la visión, el gozo y el amor.
a) -La visión: Esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a tu enviado, Jesucristo (Jn. 17, 3).
b) -El gozo: …entra en el gozo de tu señor (Mt. 25, 21).
Os he dicho esto, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea colmado (Jn. 15, 11).
c) -El amor: La caridad no acaba nunca (1 Cor. 13, 8.).
Aclaración. La visión corresponde a la fe y es la misma inteligencia elevada por el «lumen gloriae» para capacitarla para contemplar la esencia divina. El gozo corresponde a la esperanza y es producido por la posesión del bien infinito deseado y pretendido por la misma esperanza aumentada por el mismo «lumen gloriae». El amor es la misma caridad consumada derivada de la visión y del gozo.
· Las almas de alguno bienaventurados están dotadas de ciertas aureolas especiales.
Aureolas son unas cualidades especiales merecidas por algunos bienaventurados, en virtud de las victorias alcanzadas con la práctica heroica de ciertas obras difíciles y penosas para la naturaleza humana.
Son tres: las de los doctores, las de los mártires y las de las vírgenes.
a) -Las de los doctores.
Los doctos brillarán como el fulgor del firmamento, y los que enseñaron a muchos la justicia, como las estrellas, por toda la eternidad (Dan. 12, 2).
Aclaración. Se trata de una transfiguración escatológica que afectará a sus cuerpos ya gloriosos.
b) -Las de los mártires.
Después miré y había una muchedumbre inmensa, que nadie podía contar, de toda nación, razas, pueblos y lenguas, de pie delante del trono y del Cordero, vestidos con vestiduras blancas y con palmas en sus manos (Apoc. 7, 9).
Aclaración. «Palmas», se refiere a las palmas del triunfo.
c) -Las de los vírgenes.
Estos son los que no se mancharon con mujeres, pues son vírgenes. Estos siguen al Cordero a dondequiera que vaya, y han sido rescatados de entre los hombres como primicias para Dios y para el Cordero, y en su boca no se encontró mentira: no tienen tacha (Apoc. 14, 4-5).
Aclaración. Están dotados de una insignia particular y superior a la de los demás bienaventurados.
Pues así dice Yahvéh: Respecto a los eunucos que guardan mis sábados y eligen aquello que me agrada y se mantienen firmes en mi alianza, yo he dejarles en mi Casa y en mis muros monumento y nombre mejor que hijos e hijas; nombre eterno les daré que no será borrado (Is. 56, 4-5).
DOTES DEL CUERPO GLORIOSO
Así también en la resurrección de los muertos. Se siembra corrupción, resucita incorrupción; se siembra vileza, resucita gloria; se siembra debilidad, resucita fortaleza; se siembra un cuerpo natural, resucita un cuerpo espiritual (1 Cor. 15, 43-44).
Aclaración. La tradición cristiana interpreta estas palabras como alusión muy clara a las cuatro dotes del cuerpo glorioso, es decir, impasibilidad, sutileza, agilidad y claridad.
· La IMPASIBILIDAD es uno de los cuatro dotes del cuerpo glorioso. Impasibilidad es la invulnerabilidad al dolor. No padecerán hambre, ni sed, ni les dará el bochorno ni el sol, pues el que tiene piedad de ellos los conducirá y a manantiales de agua los guiará (Is. 49, 10).
Ya no tendrán hambre ni sed; ya no les molestará el sol ni bochorno alguno, porque el cordero que está en medio del trono los apacentará y los guiará a los manantiales de las aguas de la vida, y Dios enjugará toda lágrima de sus ojos (Apoc. 7, 16-17).
Y (Dios) enjugará toda lágrima de sus ojos y no habrá ya muerte ni habrá llanto, ni gritos ni fatigas, porque el mundo viejo ha pasado (Apoc. 21, 4).
· La AGILIDAD es uno de los cuatro dotes del cuerpo glorioso. La agilidad es la cualidad por la cual el cuerpo se librará de la carga que le oprime ahora y se podrá mover hacia cualquier parte a donde quiera el alma con tanta velocidad que no puede haberla mayor.
Pero los que confían en Yahvéh, él les renovará el vigor, subirán en alas como de águilas, correrán sin fatigarse y andarán sin cansarse… (Is. 40, 31).
El día de su visita se inflamarán, se propagarán como chispas en rastrojo (Sab. 3, 7).
Se siembra debilidad y se resucita fortaleza (1 Cor. 15, 43).
· La CLARIDAD es uno de los cuatro dotes del cuerpo glorioso. La claridad es cierto resplandor que rebosa al cuerpo de la suprema felicidad del alma.
El día de su visita se inflamarán, y se propagarán como chispas en rastrojo (Sab. 3, 7).
Entonces los justos brillarán como el sol en el Reino de su Padre (Mt. 13, 43).
Uno es el resplandor del sol, otro el de la luna, otro el de las estrellas, y una estrella difiere de otra en resplandor. Así también en la resurrección de los muertos (1 Cor. 15, 41).
Se siembra vileza, resucita gloria (1 Cor. 15, 43).
El cual transfigurará este miserable cuerpo nuestro en un cuerpo glorioso como el suyo, en virtud del poder que tiene de someter a sí todas las cosas (Flp. 3, 21).
· La claridad de los cuerpos gloriosos puede ser contemplada también por ojos no glorificados.
Seis días después, toma Jesús consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan, y los llevó aparte a un monte alto. Y se transfiguró delante de ellos; su rostro se puso brillante como el sol y sus vestidos blancos como la luz (Mt. 17, 1-2).
…Ellos alzaron sus ojos y ya no vieron a nadie más que a Jesús solo (Mt. 17, 8.).
· La claridad intensísima del cuerpo glorioso no molesta ni calienta la vista del que los contempla, sino que la recreará dulcemente.
Me trasladó en espíritu a un monte grande y alto y me mostró la ciudad santa de Jerusalén, que bajaba del cielo de junto a Dios, y tenía la gloria de Dios. Su resplandor era como el de una piedra muy preciosa, como jaspe cristalino (Apoc. 21, 10-11).
· La SUTILEZA es uno de los cuatro dotes del cuerpo glorioso. Sutileza es la cualidad por la cual es cuerpo glorioso es habilitado para sujetarse totalmente al alma glorificada y le será perfectamente útil a su voluntad.
El cuerpo perderá su pesadez y torpeza quedando espiritualizado e ingrávido, aptísimo para seguir en todo los vuelos y las exigencias del espíritu.
Se siembra un cuerpo natural, resucita un cuerpo espiritual. Pues si hay un cuerpo natural, hay también un cuerpo espiritual (1 Cor. 15, 44).
· La sutileza del cuerpo glorioso producirá efectos maravillosos.
a) -El cuerpo glorioso será tangible, palpable, como el de Jesucristo.
Mirad mis manos y mis pies; soy el mismo. Palpadme y ved que un espíritu no tiene carne y huesos como veis que yo tengo. Y diciendo esto, les mostró las manos y los pies (Lc. 24, 39).
b) -Por el contrario, en este mundo el alma humana encuentra grandes obstáculos, a causa de la pesadez del cuerpo, para realizar sus actividades puramente espirituales.
El espíritu está siempre pronto, pero la carne es débil (Mt. 26, 41).
c) -El cuerpo glorioso no podrá penetrar los cuerpos sólidos a pesar de su sutileza, o sea, no podrá ocupar el mismo lugar que otro cuerpo distinto.
CARACTERÍSTICAS DE LOS CUERPOS EN EL CIELO:
· Conservarán su identidad personal
· Conservarán sus miembros, órganos. estatura, edad conveniente y sexo
· Los bienaventurados podrán hacer que tus cuerpos aparezcan o desaparezcan ante los demás
· No comerán en el cielo, pues el gusto quedará beatificado sin alimento alguno
· Los bienaventurados del cielo conservarán su identidad personal y la de sus órganos corporales, después de la resurrección y del juicio universal.
Yo, sí, yo mismo le veré, le mirarán mis ojos, no los de otros (Job 19, 27).
· Los cuerpos resucitados de los bienaventurados serán perfectos, es decir, conservarán sus miembros, sus órganos, su estatura propia, su edad conveniente y su sexo.
Esta doctrina la defienden comúnmente los teólogos y aunque las alusiones de la Sagrada Escritura carecen de fundamento sólido, se puede afirmar sin temor de error.
…hasta que lleguemos todos a la unidad de la fe y del conocimiento pleno del Hijo de Dios, al estado del hombre perfecto, a la madurez de la plenitud de Cristo (Ef. 4, 13).
Aclaración. El hombre es perfecto en su cuerpo cuando no le faltan ninguna de las características, miembros y órganos propios de su naturaleza. Por consiguiente los cuerpos resucitados conservarán:
a) -Todos los órganos y miembros, incluso dientes, cabellos, etc.
Yo, sí, yo mismo le veré, le mirarán mis ojos, no los de otro (Job 19, 27).
En cuanto a vosotros, hasta los cabellos de vuestra cabeza están todos contados (Mt. 10, 30).
Pero no perecerá ni un cabello de vuestra cabeza (Lc. 21, 18).
b) -Edad conveniente, es decir, unos 33 años, porque es la edad de Cristo y porque es en la que el hombre adquiere la plenitud de sus facultades.
c) -Su estatura propia, es decir la que normalmente tuvieron en esta vida.
d) -Su sexo propio, puesto que es característica integral de cada uno.
e) -Los cuerpos no conservarán los defectos con que nacieron ni los que adquirieron en vida por incidentes, enfermedades u otra causa semejante, porque cada uno de los miembros pertenecen a la integridad de la naturaleza.
· Los bienaventurados podrán hacer que sus cuerpos aparezcan o desaparezcan ante los demás.
Entonces se les abrieron los ojos y le reconocieron, pero él (Jesús) desapareció de su lado (Lc. 24, 31).
Pudiera ser también que esta aparición y desaparición se realizará por virtud milagrosa de Cristo, pero parece más bien que se realizó por propia virtud del cuerpo bienaventurado.
· Los bienaventurados no comen en el cielo, aunque Cristo resucitado comió con sus apóstoles.
Ellos (los Apóstoles) le ofrecieron parte de un pez asado. Lo tomó y comió delante de ellos (Lc. 24, 42, 43).
Jesús les dice: Venid a comer…Después de comer, dice Jesús a Simón Pedro: Simón… (Jn. 21, 12 y 15).
…a nosotros que comimos y bebimos con él (Jesús) después que resucitó de entre los muertos (Hch. 10, 41).
Aclaración. Cristo comió para manifestar la realidad de su cuerpo resucitado, pero de ningún modo asimiló aquellos alimentos. El sentido del gusto puede ser beatificado en su acto propio, sin ponerse en contacto con alimento alguno, y es más razonable que así sea, dada la inutilidad de los alimentos en la vida bienaventurada.